Hace ya unos años, cuando soñamos por primera vez con el proyecto de Alawa, con mi hermana Flor y nuestra madre, buscando formarnos cada vez más en el mundo de los trajes de baño, fuimos a dar con alguien que revolucionó nuestra mente y le dio mucho contenido a nuestro incipiente proyecto. Su nombre: Roser Bellsolá.
Una “Señora” con mayúscula, ochenta años de sabiduría macerados a fuego lento y duro trabajo en su amada Cataluña. Elegante, generosa, profunda, audaz, de carácter fuerte y gran corazón. Le brillan los ojos como adolescente enamorada cuando habla de su marido, que partió hace ya muchos años, y con quien creó una de sus obras más importantes: la familia
Nos encontramos en aquella cafetería entrañable de la ciudad condal, donde muchas tardes luego de trabajar en su taller -o por la mañana antes de comenzar el día- compartíamos tertulias y nuestra pasión por la moda. Ella sigue igual, con su fe inquebrantable, una autoestima a prueba de balas, una jovialidad envidiable y un afán enorme por superarse cada día más como si aún hoy estuviera empezando.
Gracias Roser por este encuentro cargado de tantos recuerdos. Empecemos mirando el principio. ¿Cuál es el inicio de tu historia de empezar a crear?
Empezar a crear yo no sé cómo, pero en todo veo la mano de Dios. Y en aquella época cuando mis hijas eran pequeñas yo me guardaba todos los bañadores que les iba comprando. A mi me gustaban las marcas buenas, como Christian Dior y Nina Ricci, y les ofrecía pagarles la mitad y que ellas se pagasen el resto. Y me iba haciendo con todos esos bañadores y los iba guardando.
A mí siempre me ha gustado coser, montaba todo y luego se lo encargaba a la costurera que me los cosiera. Y esa misma costurera, a la que le debía de haber hablado mucho de bañadores, siempre me decía: “señora Roser, ¿cuándo haremos bañadores?”
Y un día me encontré con una mujer monísima, que me dijo “¡qué pena que la gente joven no encuentre bañadores monos y sea sólo una oferta mona para bikini!”. Y entonces pensé: “yo haré bañadores!”. Y ese día lo recuerdo como “una bomba”, una chispa, una iluminación.
Así nació “Bellsolá Swim”, con una idea clara: hacer bañadores monos, para mujeres de todas las edades y los cuerpos.
¿Y así empezó todo?
Sí, así empezó todo. Aquí la industria textil era muy potente entonces. Averigüé de talleres que hicieran bañadores y me fui a aprender a un pueblo, donde estaban los mejores, ¡y ahí no sabía siquiera lo que era una máquina overlock! Ellos me fueron enseñando, y así empezó todo. Cómo tenía bañadores muy buenos de años atrás que había guardado, empecé copiando sus patrones que eran de lo mejor. Y fue saliendo. Y se me fue dando como “en bandeja”. Siempre aparecía la persona adecuada para cada cosa que necesitaba.
Lo que sí se nota al escucharte Roser es que lo vives con pasión, que lo has disfrutado.
Sí, yo he disfrutado mucho. Es que la vida es un disfrute. Y si tienes la suerte de que te gusten muchas cosas…, ya un día mi marido me lo dijo en plan gallego -que los gallegos dicen siempre todo al revés (ríe)-: “oye, tú tienes un problema, ¡es que te gusta todo!” Y es que disfruto ¡hasta ordenando el armario!
¿Cuál ha sido tu motivación para emprender un proyecto tan concreto como el de la moda de baño?
A mí, lo que me ha motivado básicamente es la dignidad de la mujer. La mujer es femenina, y el propio hecho de la maternidad yo creo que nos da mucha categoría o mucha honra. Y esta maternidad pienso que la llevamos a todo.
A mí me gusta ir a tiendas buenas, pero no me compro, aprendo, observo: lo que se viene, cómo está hecho, tendencias, etc. Esto es riqueza.
Roser, como decíamos antes, has podido ver cómo ha evolucionado la moda durante mucho tiempo. ¿Cuál es tu valoración de toda esta trayectoria?
En mi opinión, la mejor época para la moda fue las post-guerra, la época de los grandes modistos. Es que justamente la “mala moda” que tenemos ahora es porque la gente lo tiene todo. En el momento de la lucha, y la escasez, es donde surge el querer crear otra vez, porque la moda había estado unos años machacada. Fueron muchos años de parón, había muchas ganas de crear. Ese momento fue un momento elegante, la mujer marcaba las formas y su femineidad. Todo lo contrario a lo que yo veo muchas veces ahora.
Yo tengo un armario lleno de revistas “Burdas” desde el año 64. Y son los patrones con los que he empezado, ya de allí se sacaban patrones perfectos, porque lo alemán es alemán. Y no les encontré nunca un fallo.
¿Y cómo ves la moda ahora?
Pues no la veo muy bien. No puede ser que no haya referencias de lo bello y que todo lo relativicemos. El culto a lo feo no puede ser moda, lo bello es bello, y lo feo es feo.
Yo pienso que en la moda lo primero es combinar el color. El color es lo que más llama la atención, y luego, en segundo lugar, las formas. Una mujer bajita no se debe de poner lo mismo que una mujer alta. Es como decorar una casa, hay que acoplar las cosas a las formas que tiene la casa, no todo vale para todas las casas. Yo siempre he buscado la armonía, el sentido estético, en todo lo que he hecho.
¿Y para la moda baño, que es en lo que tu te has especializado, en qué te has inspirado?
En todo lo que he hecho dentro de la moda, todo sale y alimenta lo que uno hace al final. Yo he hecho vestidos de novia -en un círculo familiar y de alguna amiga-, ropa de niño y ropa de vestir para bodas. Y aquí he de decir que es muy bueno que la materia prima sea buena, aquí no hay que escatimar. Encontré en Barcelona una tienda donde tenían una seda natural de una calidad magnífica y trabajaba con ella. Y todo esto ha influido. Todo lo que ves y asimilas, influye, porque incluso hasta el escaparate de una carnicería se puede poner bonito. Porque lo bello es bello siempre. Y eso permanece, no pasa de moda.
Luego has sabido volcar toda tu experiencia y conocimientos en una veta pedagógica muy constructiva. Son muchas las chicas que han aprendido de ti y que usan hasta hoy tus patrones. ¿Qué te ha dejado esta faceta educativa? ¿Ha sido gratificante para ti?
¡Y tanto! Es que de la vida lo que realmente te queda, es todo lo bueno que has aportado y has dado. También en la parte material, es muy gratificante. Lo material por la materia no llena el corazón. Diría mas bien, que lo material tiene tanto valor como sirve para manifestar otras cosas más profundas. Como tu propia manera de percibir la moda haciendo un bañador. Es algo espiritual que salde de ti y se materializa en un bañador, por ejemplo.
Muchos de los que han salido de aquí los he terminado regalando, mira, ¡ahora mismo se han ido al África un montón! Es muy gratificante para mí que algo que ha salido de mí termine ayudando a tanta gente que lo necesita. Y hay lugares donde no hay bañadores monos, pero hay otros en los que ni siquiera hay decentes.
Otra cosa muy gratificante es poder hacer bañadores para mujeres con formas más atípicas, a veces son tallas que no se encuentran fácilmente en el mercado, otras veces es porque no son cuerpos estándar, todos tenemos un cuerpo distinto. Se van encantadas, eso es impagable. Poder hacer el bien con tu tiempo y dedicación, buscando hacer algo bonito y que mejora a quien se lo pone, pues te hace feliz.
Nos encanta escucharte y ver que con tu vida has servido a tanta gente.
Es que la vida es servicio. Es lo más bonito, al final todo lo que uno hace sirviendo, es lo que construye de verdad el mundo.
Muchas gracias, Roser, por haber sido para nosotros una gran Maestra. Una partecita de Alawa ha salido de ti y será siempre tuya. Hasta siempre!
Y a quien nos lee, animaros a emprender sin importar la edad, que Roser nos ha demostrado que es muy posible, y que la juventud y la audacia, se llevan en el alma.