“Somos soldados de Dios”

Estamos viviendo una situación histórica para la humanidad. Unas circunstancias en las que  afloran los elementos más genuinos del ser humano. Hoy tenemos el privilegio de charlar con alguien de “la primera línea” de esta batalla: Gabi.

  Estamos hoy con Gabriela Fernández, enfermera de la UCI del hospital San Carlos de Madrid, y madre de tres hijos.

Sí, Martín, el mayor, que tiene seis años camino ya de siete, Mateo, el mediano, de tres años, y Lucas, el pequeño, que tiene casi dos.

  Y esposa de Carlos, médico también. Una familia entera volcada a la labor sanitaria.

Sí, cuando lo contamos nos dicen: “sois como Anatomía de Grey”, jeje. Nada más lejos, pues nos conocimos en un ambiente muy distinto, pero creo que “Dios los cría y ellos se juntan”. Llevamos ya diez años casados, estuvimos cuatro de novios, fue mi segundo novio, y es el amor de mi vida. Y compartimos algo muy grande, que es intentar cuidar a la gente.

“Llevamos ya diez años casados, estuvimos cuatro de novios, fue mi segundo novio, y es el amor de mi vida”

    Sé que es empezar por el final, pero estamos viviendo una situación única e histórica. Tú eres una de esas tantas personas a las que todas las tardes a las ocho salimos al balcón a aplaudir. Una de esas personas que están en “primera línea”, dejándose la piel defendiéndonos y ayudándonos en esta batalla que estamos librando contra el coronavirus. Es una pregunta muy amplia, pero ¿cómo estás viviendo esta situación?

Personalmente está siendo un reto muy grande. Yo hasta ahora era una enfermera, haciendo lo que mejor sé hacer, e intentado hacerlo lo mejor posible, y, de un día para otro, te cambia toda la realidad, la forma de trabajar, como el equipo humano, como los pacientes. El 100% de mis compañeros nos hemos visto en un cambio diario, teniéndonos que adaptar cada día. Intentamos sacar a diario el amor, las ganas, las fuerzas…, con miedo, con incertidumbre y con unas condiciones de seguridad a veces casi inexistentes.

Yo diría que esto está sacando lo mejor de nosotros mismos. Estamos viviendo situaciones francamente duras y creo que los sanitarios todavía no estamos preparados para verbalizarlas de verdad, al menos en mi caso. Creo que es una situación que va a llevar su tiempo, especialmente poder conceptualizar todo lo que estamos viviendo. Todas las miradas que hemos recibido de nuestros pacientes, ese empatizar, poniéndote en el lugar del paciente que tienes delante malito, y que sabes que tiene una historia detrás, una historia que desconoces.

Si todo va bien, luego consigues hablar con ellos, conocerlos, pues los has visto “en lo peor”. Hoy se lo decía a una paciente. Hoy me sentía francamente cansada, he llegado a la UVI, y hace una semana me robaron el bolso en el hospital. Ese día, cuando me di cuenta de que me habían robado el bolso, tuve que dejar a una señora en la UVI muriéndose.  Me fui a mi taquilla rezando por esta señora para que, fuera lo que tuviera que ser, fuera en paz. Me encontré luego con mi situación personal que me hizo tener que estar tres días apartada de mi vida profesional, y cuando volví el lunes al hospital, esa señora estaba sentada en el sillón, respiraba sola y comenzaba a hablar. Yo le dije: “eres muy grande, porque cuando yo me fui de aquí estabas muy malita, y venir aquí hoy y encontrarte así es el mejor de mis regalos”.

A esa misma paciente hoy me he dedicado a hacerle masajes, a ponerle música, a hacerle trenzas en el pelo, a hablar con ella de lo que va a cocinar… Se da un feedback (retroalimentación) con los pacientes muy especial. Ellos nos necesitan y nosotros los necesitamos a ellos. Esto está sacando lo mejor de nosotros mismos.

  Desde luego que es una situación muy singular, en la que las familias no podemos estar allí con los nuestros y sois vosotros los que estáis allí, dándoles todo lo que nosotros no podemos…

Sí, son ocho horas de trabajo, o nueve, o veinticuatro si estás de guardia, en las que estás con tus pacientes. Yo cuando llego al hospital y me pongo el traje de buzo, mis gafas y las mil cosas que me tengo que poner, me digo: “yo tengo que hacerlo bien para ellos y ellos también tienen que hacerlo bien para mí”. Así que tengo que hacer todo lo posible por sacar sonrisas y porque el feedback sea bueno.

Ves en los pacientes unas ganas de vivir tremendas, y eso a mí me da una satisfacción tan grande que hago lo que sea por ser yo su hija, su nieta, su sobrina y hacerle esto un poquito más ameno.

  Todos estamos aprendiendo muchas cosas de lo que estamos viviendo. La medicina como ciencia también aprenderá y seguramente cambiará luego de esto. Has hablado dos veces del feedback con los pacientes, ¿crees que la medicina aprenderá algo de la relación con los pacientes luego de esta crisis sanitaria?

Mira, yo creo que todo esto nos va a llevar a una humanización, a superar esa idea de que el médico viene solamente a dar un aporte técnico. Yo hoy por ejemplo he estado con un jefe de la UVI, un señor que es muy bueno en lo que hace y siempre lo había tenido como muy serio, y hoy se ha marcado un baile conmigo para una paciente. En el momento real de tener que empatizar con el paciente nos estamos humanizando más.

Yo puedo estar mal con todo esto, pero el paciente que tengo delante está “super mal”. Y esto se puede llevar a toda la medicina, ya sea tratar una astilla en el dedo o un COVID-19 como está siendo en este momento. El código deontológico empieza por empatizar con el sufrimiento de la persona que tengo delante, y eso a veces se nos olvida. En el día a día llega un momento en que vamos tan rápido que nos fijamos más en el trabajo que nos pueda dar el paciente y no en lo que eso significa para él. Ya sea una astilla en un dedo, para el paciente puede ser muy importante, es su dolencia. Esta parte del COVID-19 es una de las cosas que espero se nos quede para siempre.

Es verdad que a los sanitarios se nos ha puesto como “super héroes”, pero si yo pregunto a las 50 personas que estamos trabajando en el servicio de la UVI, ya sea personal sanitario, celadores o de limpieza, si tú preguntas, todos han tenido de cerca a alguien afectado por esta situación. Unos en mejor o peor estado, pero yo he visto a médicos, a enfermeras, que han perdido a sus abuelos y que no los han podido enterrar, y que ahí siguen al pie del cañón. Os lo cuento y se me ponen “los pelos de punta” pero es así.

Mi madre es paciente oncológica, a veces está bien y otras no, yo la llamo todos los días cuando salgo del hospital, y el otro día se había muerto su vecina de enfrente… y eso también es parte de su dolencia. Si hay algo que creo que nos dejará todo esto desde la medicina, es saber comprender al paciente de una manera más integral, no solo desde la enfermedad, sino también desde el corazón. Yo es lo que estoy viendo.

Te diría que estoy enamoradísima de la reacción que estoy viendo ahora mismo en el cien por cien de mis compañeros, con los pacientes y entre nosotros. El poder ayudarnos unos a otros, ese: “vete a descansar un poquito que ahora me quedo yo”. Y no estar pensando en: “esta libra” o “el otro tiene más días”. Esto nos ha brindado un nivel de compañerismo y humanidad muy altos.

  Este año 2020 es el año internacional de las enfermeras y matronas. Haciendo un poquito de historia ¿cómo nace tu vocación?, ¿por qué te da por estudiar enfermería?

El otro día justamente lo hablaba con mis padres, y me decían: “tú siempre estabas pendiente de las cosas al detalle”. Yo soy muy de Florence Nightingale, además estudié con sus textos en la carrera, es un mito para la enfermería en general. Pero a mí nadie me habló de ella hasta que empecé la carrera.

Mi madre me decía: “si papá estaba mal de la garganta, tú estabas a que no le faltara la cremita en los pies, o el vaso de agua, para que no tuviera que levantarse, al detalle de todos los cuidados”. Y creo que por allí me vino.

Luego tuve la suerte de poder colaborar en Perú, en un voluntariado que hice con la parroquia, con un movimiento cristiano que se llama Cursillos de Cristiandad. Fuimos a Perú, yo tenía diecisiete años, y lo que había que hacer era cuidar. No teníamos otro cometido. Fui con mi hermano, que luego fue profesor, pero en ese entonces solo teníamos que cuidar con lo que mejor sabíamos hacer en ese momento, que era con el corazón. Y ahí me planteé un poco la idea, luego hice segundo de bachiller y dije: “cuidar, pues enfermería”.

  Una de las cosas que leemos entre líneas de lo que nos cuentas, es que, fruto de la situación que estamos viviendo, la propia sociedad ha “revisado” su actitud frente al personal sanitario. ¿Tú crees que hay una mayor sensibilidad o comprensión de lo que significa esta vocación?

Yo creo que sí, que en la recepción de los pacientes y de la sociedad, hay una mayor sensibilidad. Pero a la vez, creo que todavía hace falta que, como te decía antes, nosotros seamos capaces de conceptualizar todo esto y expresarlo para que la sociedad nos llegue a entender. El impacto de lo que estamos viviendo, en nosotros el personal sanitario, es muy grande, y quizás aún no hemos sido capaces de transmitir esto bien.

Pero sí, desde luego creo que hay una generosidad abismal. El otro día me decía un conocido: “tú no te preocupes, cuando todo esto haya pasado y estés cansada, seremos nosotros los que daremos la cara por vosotros”. A mí, eso me llego al corazón y creo que es verdad, que a partir de ahora nos vamos a ver más como familia.

“Unos en mejor o peor estado, pero yo he visto a médicos, a enfermeras, que han perdido a sus abuelos y que no los han podido enterrar, y que ahí siguen al pie del cañón.”

 Gabi, nosotros te hemos conocido por tu faceta de comunicadora antes que como enfermera. Se puede decir que, hoy en día, el que tiene un perfil de Instagram tiene de alguna manera un programa de televisión abierto al mundo. ¿Cómo surge la cuenta en Instagram de “@gabitecuida”?

@gabitecuida nació, porque antes de ser mamá empecé a trabajar en UVI pediátrica y neonatal. Y el hospital tiene una dinámica muy bonita, que a mí me parece muy práctica para el personal sanitario. Empezamos por la parte media, que son cuidados medios, bebés que están para coger un poquito de peso antes de irse a casa. Son estancias cortas y cuidados muy “light” digamos. Yo cuando empecé no sabía cambiar ni un pañal.

Luego de allí te pasan a cuidados intensivos de neonatos, donde se está un buen tiempo, llevando bebés prematuros, cuidados de enfermería, y luego pediatría. Y allí entendí que el paciente pediátrico no es solamente el paciente pediátrico, sino que muchas veces incluye más cuidados a la familia en su conjunto.

Luego fui madre, y tuve la experiencia de ser yo misma paciente en mi segundo embarazo, con un hijo prematuro.

Hasta entonces, ya con mi primer hijo hacía consultas en pediatría, las cosas típicas a amigos, “he tenido un hijo y tiene cólicos ¿qué debo hacer?”, etc. Pero cuando nació Mateo, mi hijo prematuro, y pasé por esa experiencia, llegué a casa y aun teniendo experiencia profesional en prematuros, se me hizo un mundo.

Era madre por segunda vez, se supone que ya me lo sé todo. Pero tengo un niño prematuro en casa, con el miedo que eso implica. Entonces ahí Carlos, mi marido, que es un gran impulso para @gabitecuida me dijo: “Tú que eres tan entregada a ayudar a todo el mundo, haz algo en lo que puedas abarcar a más gente”. Y allí empezó @gabitecuida.

Fue una fuente de inspiración también para grandes amigos que se dedican, como yo, al tema sanitario, de poder empezar a llevar el cuidado en casa cuando es posible. Y esto ha ayudado a muchas familias.

Muchas veces no me da el tiempo, pues la red social Instagram es, como tú has dicho, como un canal de televisión gratuito.  Pero intento, a través de este medio, dar una visión positiva de las cosas, reconocer las cosas bien hechas, mostrar que todo se puede. Sobre todo, apareció para eso, para ayudar a las familias con su primer hijo, o cuando surgen problemas con los hijos dentro de casa y se pueden solventar o solucionar. Siempre con un guión profesional.

  Se puede decir que fuiste una precursora de hacia donde estamos yendo ahora: una atención sanitaria online.

¿Quién lo iba decir? Pero sí, es así, vamos en esa dirección. Y estamos trabajando mucho también desde el hospital para poder llevar esta atención desde casa y de una forma más personalizada.

 Ya terminando, nosotros en esta sección de “Mujeres Alawa” intentamos mostrar la belleza que emana de vidas de mujeres concretas como la tuya. Por el lugar que has ocupado y ocupas hoy, tú has sido testigo directo de mucho sufrimiento. ¿Has podido vislumbrar en esas vivencias, algo de belleza?

Totalmente, y es que creo que es la base de mi forma de mirar la vida.

Mira, os voy a contar una experiencia personal que ha marcado mi vida. Como os dije, yo tengo una madre en proceso oncológico, cosa que conlleva a mucho sufrimiento también, pero si hay una persona que me ha marcado en este aspecto es una íntima amiga.

Esta amiga se vio involucrada en una situación trágica, un incendio. Tuvo que saltar por una ventana, tuvo que lanzar a su hijo, su marido saltó también. Murió toda su familia.

La vida de esta íntima amiga marcó en mi vida un antes y un después.

Ella, viviendo este sufrimiento tan de cerca, no ha dejado de sonreír. Como dice ella, no deja de ver cada flor que ha ido creciendo cerca de esa casa, donde ha muerto toda su familia.

Yo siempre he sido una persona muy positiva en la vida, pero a partir de este acontecimiento he cambiado. La vida te trae inevitablemente sufrimientos, pero depende mucho de cómo uno los viva. De cómo los integremos en el camino de nuestra propia vida. Es verdad que no es fácil, pero dentro del sufrimiento siempre hay belleza. Si te fijas en el detalle, siempre hay una mirada de luz, siempre puedes ver otro caminito por el que puedes seguir adelante y encontrar la meta. Es un trabajo, muy personal, de ir viendo, día a día, la belleza de todo. Y esto empieza por las cosas sencillas. Yo me ducho, cojo el champú, y empiezo a leer las palabras de la etiqueta, y con las letras con la que empieza cada ingrediente empiezo a hacer palabras de cariño, por decirte algo. Disfrutar cada cosa pequeña que nos acontece día a día. Porque la vida es muy generosa con nosotros, muy generosa. Un atardecer, una luz de unas nubes, simplemente hay que intentar verlo y llevarlo al día a día.

  He visto que te han dado un Grammy, y eso, ¿cómo fue?

¡Eso fue tremendo! Tenemos unos amigos que nos quieren mucho. Y mi marido, aparte de cirujano, es muy “rockero”. En casa tenemos instrumentos musicales por todos lados, tenemos guitarras, pianos… Pues él tiene un amigo íntimo, que es productor musical, y es muy bueno. Y empatizó mucho con nosotros dos. Su mujer falleció hace dos años con un tumor cerebral. Nosotros siempre hemos estado muy cerca de ellos. Y nos decía: “yo me siento muy agradecido a vosotros, y quiero agradecer al mundo la labor de los sanitarios en este momento, y lo quiero hacer a través de vosotros que os conozco, y sé que estáis dando la vida en esto. Mi vida es la música, y yo lo mejor que tengo es un Grammy” -bueno, tiene tres-. Entonces, le dijo a Carlos mi marido: “tú, como tienes el carnet de médico y puedes circular por Madrid tranquilamente, coge el Grammy y lo llevas a los médicos”.

Y mi marido, se lo llevó a su hospital, que es el Rey Juan Carlos en Móstoles, a las afueras de Madrid. Se lo llevó a una enfermera de la UVI, que ha estado allí sin librar prácticamente desde el principio. Y no sabéis la reacción de todos, fue impresionante. Alegría y emoción, todos querían hacerse fotos con el premio, los pacientes también.

Y Carlos me dijo: “tú también formas parte de esto”. Así que me lo dejó con una nota de agradecimiento por lo que estábamos haciendo, y por supuesto me lo llevé a primera línea. Y ha sido ¡un subidón para todos!.

  ¿Y tú lo ves como un “privilegio” estar en primera línea?

Pues te digo francamente que sí. Todo el mundo a mi alrededor me dice “pero ¿cómo no te han hecho la prueba aún, de si te has cogido este bicho o no?” Y te digo que, para mí, ha sido un “super reto”, como te decía al principio, pero, sobre todo, ha sido un privilegio. El poder estar tan cerca y coger una mano, peinar a un paciente, darle un yogurt fresquito cuando no han comido nada en un mes… Y luego, ese momento cuando le quitas el tubo al paciente, después de un mes, y que te abre los ojos y te responde… es tan tan tan grande … que sin duda, es un privilegio.

  Desde luego que todos deseamos que si nos tocase a nosotros o a nuestros seres queridos, hubiese alguien así al lado nuestro o de quienes queremos…

¡Somos soldados de Dios!.

Instagram: @gabitecuida

“Y luego, ese momento cuando le quitas el tubo al paciente, después de un mes, y que te abre los ojos y te responde… es tan tan tan grande …que sin duda, es un privilegio.”

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