Nada nos llena más en Alawa como cuando un destello de la belleza interior que emana de la mujer, nos alcanza y nos traspasa. 
En este caso, Leticia nos iluminó con su vida de la manera en que los faros indican el camino y nos ayudan a no naufragar. Una artista, una mujer llena de coraje, pero sobre todas las cosas, como ella bien dice, una madre.
Os abrimos la puerta para que entréis en el atelier de Leticia Mezzetta y paséis un rato inolvidable al abrigo de su cálida luz, que seguro os calentará el alma.

   Si tuviéramos que hacer un boceto de cual es el perfil de Leticia ¿Cómo la definiríamos?  ¿Pintora? ¿Artista? ¿Restauradora? ¿Emprendedora?

 L- La verdad que empezaría por madre, es lo que realmente hoy da valor a mi vida y la razón por la que me dedico a esto. Uruguaya de nacimiento y madrileña de adopción, mi primera vocación fue ser cirujana e inicié los estudios de medicina para alcanzar ese fin. Pero la vida cambia y yo también cambié, y aunque seguí trabajando con mis manos sustituí el bisturí por pinceles y otras herramientas.

Cuando estaba casi acabando mi carrera de medicina aquí, en España, me quedé embarazada de mis hijos, Camila y Pedro, diagnosticados de alto riesgo porque nacieron sumamente prematuros… Y a día de hoy, tienen 19 años.

Camila tiene una hipoacusia severa profunda y lleva implante  coclear bilateral, pero aún así, es una maravilla como está. Ella estudia Comunicación Audiovisual y en su escuela le han aconsejado ser actriz de doblaje, ¡qué paradoja! Es el fruto de tantos años  de dedicación y trabajo. Mi otro hijo es Pedro, que básicamente es la razón de todo este gran cambio, tanto en mi mundo interior, como en “nuestro” mundo exterior, ya que es dependiente.

   Leticia, ¿Cómo termina una chica de Montevideo montando un taller de restauración y pintura abstracta en Madrid? ¿Qué hay detrás de esta historia?

L- Como decía, tuve un embarazo gemelar, el término mellizos es popular, y desde el principio fue un embarazo de alto riesgo, con reposo absoluto hospitalario y de muchísima gravedad. Lo recuerdo como un proceso bastante duro, muy doloroso, de muchos meses, ya que mis hijos estaban sumamente graves. Este fue el punto de inflexión en mi historia. Al principio aposté por la medicina, pero parece ser que mis planes eran otros. El arte, y por lo tanto este taller, surge por y gracias a las dificultades que encontré por el camino. El cambio en mi vida fue un vehículo para transformar lo que de joven era un hobby a mi profesión actual. Y siento que ha jugado un papel importante en mi proceso de superación. Entendí que la resiliencia era vivir muchas vidas a través de los aprendizajes, y por eso en mi trabajo prevalece mi idea original de restaurar, reparar y recuperar, dar segundas oportunidades.  Y lo consigo utilizando materiales naturales, objetos rotos, olvidados e incluso en desuso.. Intento transmitir mediante la pintura todo aquello que, a veces, no soy capaz de verbalizar con palabras.. De colores suaves y texturas delicadas, quiero llenar de serenidad mis obras. Y si gustan y recibo la aceptación de los demás, esa magia me llena de gratitud.

“Lo único que tenía en mi cabeza era sacar a mis hijos adelante, me daba igual lo que me dijeran los médicos”

Se podría decir que estamos hoy aquírodeados de tanta belleza artística, por un acontecimiento que ocurrió hace diecinueve años. ¿Qué ocurrió en ese embarazo? Me imagino que cuando recibes la noticia de que tus hijos vienen con estas dificultades, te replantearías muchas cuestiones ante qué hacer con un embarazo de estas características.  ¿Cómo fue este momento?

L- En ningún momento hubo ninguna disyuntiva. Desde el momento en que me enteré por sorpresa de que estaba embarazada de un embarazo gemelar de alto riesgo y teniendo en cuenta todo lo que esto podría suponer, lo único que tenía en mi cabeza era sacar a mis hijos adelante, me daba igual lo que me dijeran los médicos.

Soy así, creo en “persevera y triunfarás”, si algo no me sale o me sale un poquito torcido, hasta que no lo enderezo no paro, me vuelvo hasta un poquito obsesiva. Nunca me planteo otra posibilidad en absoluto.

La vida me ha ido enseñando que la connotación de lástima en la palabra “pobrecito” cuando se refieren a personas como mi hijo,  no nos lleva a ninguna parte. Me siento afortunada porque esta circunstancia no me ha desfavorecido sino todo lo contrario, creo que la gente tiene miedo  a lo diferente. ¡Lo que aprendo con mis hijos! Hemos convertido nuestra pérdida en nuestra gran ganancia. Pedro, que es quien tiene la discapacidad intelectual del 94%, es como un ángel que nos regaló la vida. Hoy veo a mi hijo con diecinueve años, lo beso y lo abrazo, y lo tapo diariamente como si fuera el mismo bebé. A veces, cuando los hijos se van haciendo mayores, vemos que esa ternura e inocencia desaparece a medida que crecen, y siento que a mi no me desaparece jamás. Cada día veo lo mismo, yo creo que ellos producen esto, son seres especiales y me han dado esa fortaleza necesaria para sacar esto adelante.

De todas formas, esto lo pienso hoy que mis hijos ya tienen diecinueve años. También he vivido momentos en los que me he ahogado de dolor, de preocupaciones… Si me decían que mi hijo no iba a andar, yo pensaba: “sí que lo logrará”. Si me decían que Camila no iba a hablar, yo pensaba: “hablará mejor que yo”. 

Al principio, pensé que iba a retomar mi carrera y trabajaría de médico, pero me quedé sola, y aun así, como otras madres, he sacado a mis dos hijos adelante. No me podía permitir un trabajo con tantas ausencias como el de la medicina, con guardias, congresos, etc. Porque estaba sola. No me parecía humano privar de afecto a mis hijos, no tenía sentido en las circunstancias  de vida que tenía en ese momento.

“Si tuviera que definirme, empezaría por madre, que es lo que realmente hoy da valor a mi vida y la razón por la que me dedico a esto”.

Encaminada hacia la medicina, llegan Camila y Pedro a tu vida, le dan un giro vertiginoso y aparece el arte como una nueva forma de vida. ¿Cómo ocurre esto y qué hay detrás de toda esta transformación?

L- En realidad, los primeros años de vida de Camila y Pedro fueron muy duros, ambos vivieron  un montón de intervenciones médicas. Una vida de tratamientos. Mi madre decía: “¿Y estos niños no juegan?”. Yo solo he comprado los juguetes adecuados para la estimulación de cada niño, y cada tarde de nuestras vidas han sido de terapia en terapia. Y como soy uruguaya, mi familia estaba en Uruguay a 11.000 kilómetros, por lo que tuve que hacerlo sola.

El año pasado, a raíz de la pandemia del COVID-19, se ha hablado mucho sobre  lo doloroso que es la distancia, el no poder estar con tus seres queridos, esto lo he hablado mucho con Camila. Nosotros convivimos con eso toda nuestra vida. Creo que eso también te enseña mucho a valorar más lo que tienes y lo que no, lo que tienes lejos, lo que quieres, y también le das importancia a lo que de verdad la tiene.

Tras esos primeros años de dedicación absoluta a ellos y de soledad, decido volver a Uruguay. Pensé que mis hijos necesitaban el amor de una familia, de sus abuelos, de sus tíos… Sentía que el estar rodeados de afecto nos llenaría de seguridad y confianza, tan necesaria en ese momento. Conseguí su tutela y para sacar los pasajes y hacer la mudanza internacional comencé a pintar. Una mañana, escuché una conversación casualmente en una tienda de arte en Murcia, y acordé con la propietaria hacerle varios cuadros para diferentes clientes. El primer cuadro que llevé fue una mañana en la que iba a la guardería a dejar a Camila y Pedro, y al rato me llamó la dueña para decirme: “Se ha vendido muy rápido, quiero que me hagas más cuadros porque tengo dos montajes más”. . En dos meses le hice unos quince o dieciocho cuadros y con eso pagué mi vuelta a Uruguay y la mudanza.

“¿A ti no te importa que te pinte yo?”

¿Ese cuadro, que se vendió en 15 minutos, fue tu primer cuadro?   

L- Bueno, yo ya venía pintando desde pequeña. Mi familia en Uruguay se ha dedicado siempre a la arquitectura con una empresa  constructora,  por lo que creo que igual el arte y el aprendizaje viene de una herencia familiar. Sabía de texturas, de tratamientos, de lijar, de pintar, de combinaciones de pigmentos, etc. Pero ese sí fue el primer cuadro con el que yo me animé a plasmar todo lo que sentía para venderlo. Cuando hablas de la belleza, que es efímera, y de lo que veis en las “mujeres Alawa”, creo que eso es lo que intento transmitir, esa belleza cuando pinto. Realmente va todo de la mano. Expreso todo lo que yo soy, y lo que estoy sintiendo en ese momento.

Entonces, te mudas a Uruguay y comienzas una nueva etapa. Y luego ¿qué pasa?

L- Cuando llegué a Uruguay, mi hermana mayor, arquitecta, y mi padre, me ayudaron con la reforma de una casa en “Pocitos” donde me mudé con Camila y Pedro.

Busqué colegios y formación para ellos. Pero en Uruguay con solo tres millones de habitantes, no hay casi asociaciones que se encarguen de terapias en capacidades diferentes para sacar adelante niños así. Es cierto que para la medicina y los tratamientos estamos en un mundo muy globalizado, pero eso fue hace mucho, y aunque yo tenía el arrope de mi familia y amigos, me faltaba el plus de la experiencia y del trabajo con resultados, para las necesidades de cada uno de mis hijos.

Entonces, el equipo de logopedas que trabajaba con Camila y Pedro en Uruguay, vino a Madrid, a hacer un master en logopedia con Marcos Monfot, un logopeda y pedagogo terapeuta excelente. Y volvieron encantados hablándome del colegio “Tres Olivos” y de cómo trabajaban. Es un centro que está muy premiado en deficiencia auditiva y el nivel académico que llegan a tener los niños es excelente. Y me animaron para que diese esa oportunidad a Camila. No quería preguntarme; “¿Qué hubiese pasado si…?”, sin haberlo intentado. Realmente yo no puedo no esforzarme al máximo por mis hijos, se lo merecen todo. Fue así como me puse en marcha y decidí volver a España de nuevo, en concreto, a Madrid.

Llegados a  Madrid fuimos a conocer el colegio con Camila, nos abrieron una clase para verla y estaban todos los niños ahí, y a Camila le empezó a pitar el implante, avisando que se acababan sus pilas, con 7 años, de la manita mía, me mira y me dice: “mamá, se me apaga el aparato”. De repente una niña de clase, implantada igual que ella, se levanta y dice: “¡Tengo pilas!”. La niña se acerca y se intercambian las pilas. Podía verse en esa escena un amor y generosidad impresionante. Camila, feliz, me mira y me dice: “Mamá, ¿por qué hemos tardado tanto?”  Se encontró por primera vez entre sus iguales. Esa fue la frase por la que decidí quedarme en  Madrid.

Aquí no tenía nada,  ni trabajo, ni nadie conocido pero tenía claro que tenía que estar aquí, que mi hija tenía que estudiar aquí, formarse en ese cole y lo iba a hacer. Me vine con los dos otra vez, alquilé un piso y volví a empezar. De la misma manera que en Murcia me presenté en la tienda de decoración presentando mi cuadro, igual hice aquí. Una mañana que los dejé en el colegio me presenté en una tienda de decoración, conté una breve reseña de mi historia, y les insistí en que, si me dejaban, yo les iba a mostrar de lo que era capaz,  la propietaria  me llamó a los dos días y me dijo: “Mira, tengo unos muebles aquí, restáuralos y a ver qué puedes hacer, lo que tú veas”.

Camila, feliz, me mira y me dice: “Mamá, ¿por qué hemos tardado tanto?” Se encontró por primera vez entre sus iguales. Esa fue la frase por la que decidí quedarme en Madrid.

No duraron ni una semana en venderse cuando se los entregué, le llevé un par de cuadros también, que le encantaron, y fueron un éxito.

Así empecé poquito a poco, en Madrid, vi que esto sí que funcionaba. Empezaron a caer trabajos, primero me llamó una interiorista, empecé a trabajar con ella, con un muy buen nivel, a restaurar muebles antiguos de muchísimo valor y a vender alguna obra. El boca a boca empezó a dar frutos, hasta que me animé a alquilar un taller.

Sí que he sentido miedo, sí que he tenido preocupaciones, pero bueno, es lanzarse al agua como dicen aquí, porque sino, no llegaríamos a ninguna parte. Así que me lancé, lo intenté y aquí estamos. Quizás mi formación de médico me ayudó a comprender mejor las patologías de mis hijos y sus necesidades. El ser mi propia jefa y dueña de mi tiempo me ha permitido dedicarme a ellos cada vez que me han necesitado, pero, si un día me tengo que pasar toda la mañana en el hospital de “La Paz” de Madrid con mi hijo, ese día no voy al taller,  y al día siguiente trabajo el doble.

Me imagino que toda esta faceta artística que nos has ido narrando empieza a tomar también una forma empresarial, hasta convertir a Leticia Mezzeta en un referente. ¿Cómo es esa transición? ¿Nos podrías contar un poquito cómo tomó forma?

L- En realidad he trabajado muchos años con el boca a boca. Creo que es la mejor publicidad. No había llegado a publicar nada, y los clientes me preguntaban que por qué no publicaba mis trabajos en una web… No conocía a nadie que me gustase, que reuniera los conocimientos necesarios y que compartiera mi gusto como para enseñarlos, hasta que un día esa persona apareció por el taller. Hace varios años se me ocurrió crear unas virgencitas diferentes con un toque decorativo e innovador, con telas , colores, etc… Y tras unas fotos y un mensaje sobre las dificultades de mi vida, que se hicieron viral por una red social, se convirtieron en un “boom”, y apareció esa persona que yo necesitaba que me ayudase con la imagen, el mundo de la comunicación, y la tan esperada página web. De esa forma llegó Ángela a mi vida, aportando esa imagen profesional que necesitaba y las virgencitas “MezzettaKids” ¡despegaron!.

La ‘Fundación A la Par’ pasa a ser parte de la historia de las virgencitas, ¿de qué manera se cruzaron vuestros caminos?

L- Porque la La fundación A la Par’ es donde atienden a mi hijo Pedro, con tanto cariño y dedicación. Promueven actividades muy interesantes,  como mercadillos con un gusto excelente en los cuales yo participo. Tanto en navidades como a principio de verano. Realmente divinos, las marcas que exponen son muy selectas  y también venden productos que hacen los chicos en los talleres. En la imprenta hacen las cajitas que envuelven a las virgencitas. Suelen invitar a personas reconocidas de la sociedad española y madrileña, y cuando nos visitan, conocen el trabajo expuesto.  Muchas personas que se han acercado a mi stand han acabado en mi taller o he acabado yo en sus casas, transformándoles o decorándoles la casa.

Hoy el producto estrella del taller es la virgencita MezzettaKids, a través del cual he  logrado formar un pequeño equipo, sumamente integrado y con muchísimas ganas, profesionalidad y amor.

la Virgencita, para mi engloba toda la ternura de la maternidad, una palabra que no me cabe de lo grande que es y el amor que conlleva lo concentra en pequeñito…”

Entonces, las cajitas de las virgencitas las hace la ‘Fundación A la Par’ que a su vez son parte de la creación de este producto que ahora esta siendo un “boom” según nos cuentas. Háblanos un poco más de este proceso creativo.

L- Sí, mi mayor orgullo es trabajar con un equipo unido por circunstancias especiales, en las que cada uno aporta su mejor versión, como dice la reconocida psiquiatra y escritora, Marian Rojas-Estapé, “sumando los conocimientos de cada uno, más el proyecto en común que nos une, con ganas y voluntad, aportando una gran pasión”. Unas circunstancias que nos han llevado al éxito de la cantidad de virgencitas que salen del taller. En el equipo también está Inés, que llegó en un momento muy especial y se ha hecho esencial ya que pone total dedicación, y el orden que tanta falta  me hace. Por otro lado, está Fernando, un todoterreno que me ayuda tanto con los muebles, los bastidores de los cuadros, y se encarga de pulir y pintar cada tabla de las virgencitas,  y lo que haga falta según la demanda del taller. Juntos hemos conseguido compenetrarnos y entre los cuatro vamos sacando todo el trabajo que va entrando.

Leticia, ¿hasta qué punto las Virgencitas MezzettaKids contienen toda tu experiencia de vida, rica, intensa, y apasionada que nos cuentas?

L- Sí, cuando la gente me pregunta por el sentido en sí de la Virgencita, para mí engloba toda la ternura de la maternidad, una palabra que no me cabe de lo grande que es y el amor que conlleva lo concentra en pequeñito, en un producto que, para mí, transmite muchísimo y trasciende lo personal. Cierto que enseñamos lo que somos, que va más allá de un trabajo en cadena, por lo que cada virgencita es pura paciencia, dedicación,  y amor como experiencia de vida, y todo esto lo engloba a la maternidad, pero también el amor por lo que uno hace.

Leticia, una delicia charlar contigo. Por último nos gustaría saber ¿qué le dirías a una persona que como tú también tiene esa inquietud dentro e ilusión por hacer algo y “lanzarse al agua”? ¿Qué mensaje le darías a través de tu historia y experiencia vital?

L- Que el que no arriesga no gana. Una vida resguardado, temiendo y paralizado, no tendría valor ni sentido.  Uno tiene que proponérselo, si lo ves claro,  te gusta y das todo de ti, si te esfuerzas al máximo, y si de verdad das el 100%,  todo llega, nada es fácil. Siempre tenemos armas en caso de que no nos salga como esperábamos, siempre hay forma de darle la vuelta a la situación y de encontrar soluciones. Yo me formé en una cosa y pensé que iba a ser todo de otra forma y, sin embargo, mira, la vida tenía otros planes y me hace tanto o más feliz. Tampoco imagino mi vida de otra manera.

Un día soñé que mis hijos no tenían capacidades diferentes , fue muy extraño, y no me gustó, y me desperté valorando aún más, si cabe, lo que son. Ellos han sacado de mi lo que jamás imaginaba que iba a poder. Creo que la vida y las dificultades te enseñan que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

Leticia, muchísimas gracias, nos vamos con el corazón saciado, gracias a tu historia y tu generosidad. Muchísimas gracias de nuevo por compartir estas experiencias y reflexiones con nuestra familia.

L- Gracias a ustedes, no me esperaba para nada la entrevista, me sorprendió la propuesta de Jimena, me siento sumamente halagada.

“Un día soñé que mis hijos no tenían capacidades diferentes, fue muy extraño, y no me gustó, y me desperté valorando aún más, si cabe, lo que son. Ellos han sacado de mi lo que jamás imaginaba que iba a poder”

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